domingo, 5 de abril de 2009

inéditos (2008)

inéditos




Tarde

Debí planearlo. Esconder en mitad del camino una flor. Algo de belleza. Debí guardar letra de voluntad. Letras sin dignidad pero presentes para recogimiento de la lengua. Debí también dejar algo de mi cuerpo para las bestias. Para ese otro apetito infantil y peligroso. Me lo diste todo y lo creí. Ahora no hay cielo ni estrella veloz que sepa tu nombre. Esta buena oscuridad guarda los fantasmas que tanto se alentaron entonces.





Nan

La buscaba. La buscaba. Había mirado sus ojos. Sus tetas. Hay que decirlo. Pero las tardes eran iguales. En las luces de un corazón que latía contra las sombras. No eran tan iguales al calor del sol. En la proximidad de lo que arde a tantos y tantos miles de kilómetros. Lo que estaba allí era el resplandor de un patio. La cosmogonía de un cabello. La sal de los mares en el cansancio de una espalda. Cosas así. Yo la buscaba. El verbo daba la exacta conjugación de lo que nunca sería sustantivo.





Nan


Aquí hay un sol. Una alquimia que busca tu nombre. La hiedra la espera de la hiedra es floración es ausencia. Estoy aguardando que el mundo empiece de nuevo. Se acomode a un respirar tuyo. La más pura exhalación que lo envuelve. Ábreme otra vez al universo. Dime que resplandecen las estrellas en el barro. En el cielo resplandece un polvo de estrella un barro de comunión.






Nan

"Ay amor ay dolor / yo te quiero con alevosía" L.E.A


Antes no lo hacía pero ahora me persigno en las esquinas. Me persigo con todas las sombras y todas las luces que tanto se te parecen. Viste como son las cosas cuando tenés manchado el corazón. Se extiende ese latido. Machaca las flores recién nacidas y los niños en las maternidades del mundo lloran por vos. El sentido parece estar sólo en las flechas que señalan para allá para acá. Pero que no atinan a dar en un centro. El sentido viaja en las flechas que jamás llegan a ningún lugar.





Nan

Esto recién empieza. Todo recién comienza. Siempre. Cerrar los ojos y verte. Imaginar el poder fundacional de cerrar los ojos y que sea la oscuridad quien te vea. Más aún abrir los ojos. Que el témpano derretido de la sed sea pura imaginería. Que la aflicción refleje toda nuestra agua todo nuestro ahogo nuestro flotar nuestro frotar en la humedad en la sombra. Que de verdad se ahogue allí. El poder de abstraer piel y alma. Yo volveré. No. No volveré. Estoy envenenado de un veneno infinitivo.





Nan


“esperando por ti” S. R


Este diálogo de una sola voz se rompe. Dentro y fuera del lenguaje el sentido levanta su gran ola furiosa. Mástiles o largos cuellos diezmados por el silencio. Velas o lenguas en la sed del viento. Palabras como terraplenes. Ah esta muerte disfrazada. Y en veloz caída. En veloz rodada. Pero fíjate –me dice- cómo llega el vacío. Su largo encaje de pulverizada belleza. Y cómo transparenta su seda las piernas de una erótica in imaginada.





Oye


Está el ruido de las máquinas. La ciudad en manos de la ola rompiente. Más adentro los cuerpos adquieren otro sudor. Se espera un viento. La nube cargada de presagio. El titular matinal de un desayuno. Se espera que baje una niña de algún lugar de algún cielo. Se espera que esa niña traiga el nombre. Sea como Nan cuando estaba a mi lado. Nadie sabe esto. Nadie imagina cómo era ella más desnuda que el agua. De todos modos este ser fatigado. Este obrero bronceado por los años levanta un escudo inútil en una guerra sucia antes que cualquier redención. En la próxima estación no habrá otro sueño.





Río de nan

Buscábamos la desnudez. El agua nos mojó con pudor primitivo. Bebimos allí la integridad de nuestras almas. Cuantas piedras alcanzamos a contar se hicieron brillo. Nada resplandecía tanto como el fuego de las islas. El sol –me dirás. Pero el sol quedaba fuera de esta tierra. Innecesario. Volcando su estrépito bajo los pies de un horizonte jamás pisado pero prometido. Gente apretada contra los árboles cerraba los abrazos. Vimos aquella cabalgata. Fuimos aquella cabalgata. Hablaba el río.




Tierra de nan

Dale que llueve. Dale que llueve de una misma agua. Esta agua nos persigue desde la mañana. Desde una mañana de luz acuática. Desde el vapor del agua del mate. Desde el mate obsesivo neurótico del pensar. Esta agua piensa desde que nos vio en su orilla aquella noche de ala. Ahora es una banquina sin más. Un río descarrilado. Una alegría salida de su cause. Polvo que barre el viento. Agua que no puede con un desierto. Lluvia que no ha de parar.







Poema


¿Hacia dónde caminamos, hacia dónde van nuestros pasos secos y
los pasos secos de los caballos que rompieron las jáquimas (…)?
F. Jamís


Este es el tiempo ya desvanecido
El momento que sobrevive al momento
La racionalidad de las manecillas
Acaso hay otra respuesta
Trabajo en contar los astros los días
Colgados en ellos como brillos escindidos de la luz
La luz esa metáfora
La luz esa verdad oh amor
En tu rostro
Qué diría la poeta sobre
Esta isla sin nombre
Cuanto inventaría con tu espuma
Sobre qué horizonte dejaría morir el sol
Ni el cuerpo ni su sombra
Ni esta envoltura ausente de huesos
Sobra está demás sólo él
Puede atender a tu recuerdo
Porque allí se supone late
El mismo corazón que fue de ambos
La timidez de los sexos
Yuxtapuestas furia y compasión
Sangre volcada
Sobre el altar de criminales besos

La calle que te trajo
Está
En absoluto camino devastado
La piedra elegida para contar la historia
La piedra que edifica los cimientos de la pena
Canta al rasparse contra lo que fuera tu paso
El eco de tu pie ahora flotante
Mira la ciudad se desvanece bajo tus párpados
En tu mirada crecen grandes ventanales
Balcones abiertos a las copas de los árboles
A las hojas escritas del nuevo poema
Extiende tu mano para que Dios se apiade
Haz de la vulgaridad del neón
El sigilo de nuestro amanecer





Otro modo de llamarte



El camino

La mañana pequeña
A tu lado

La luz

Dispuesta

Sin alcanzarte
En altura
Y esplendor


Más esmerada que
Los eucaliptos y
Las fósiles hojas del otoño
Llamada por tu risa
Reída por vos
En el tono exacto de tu alegría

Error una línea una
Línea sola
Una flecha
Acostada en el agua
Dirigiendo la sed
La voluntad
De abstener

Acierto
El reposado arco
Tensando los astros
El reflejo de
Lo que titila en la noche
Hasta estallar


Ya en la orilla
Tomar
Mates
Pero
No sorber
La felicidad


Tus manos
Sus modos
Labios movimiento de
Labio
La piedra viva al tocarte
Impávida ya
Pacificada en tu piel
En tu falda
Vuelta lava
Hirviente dulcísimo volcán


Me has dado
La voz faltante
Hablo con otros
Lo que antes
Escribía
En el vapor de las ventanas
O soplaba
Sobre el mar






Viajes



Viaje 1

Salimos a la mañana, es decir, amanecimos. Ya no volveríamos atrás. Y yo estaría muerto. Oye, pero nadie muere por sólo quererlo. Oye, pero si aún estas vivo y podes contar. Anda. Cuenta. Luego de cargar las cosas bajo la cruda luz nos hicimos al camino. Llevamos los niños para recuperar una antigua idea de responsabilidad integrada y les dimos amor porque el corazón no piensa. El verano lustraba las piedras. Nunca vi árboles como ellos, los árboles altos, ágiles de ramas y de viento. Ni vi naranjas que desafiaran tanto al horizonte. Ni vi plantaciones de la alegría. Ni vi camino de regreso.



Viaje 2

Entramos en la noche. No dócilmente como decía el poeta. Entramos en su pura humedad de estrella. Había una imploración de sapos y de luces lejanas. Luces de la ciudad aturdida. Caminamos por el espigón sobre el brillo de las olas que evocaban el mar. Era agua marrón. De río marrón nuestro. Vos también lo tenías dentro y en mi era creciente. Y todos los murmullos de la tarde ahora eran sueño. Cuánto duró aquella eternidad eterna. Qué hizo el tiempo con todo ese paisaje. Yo junté piedras. Vos las tiraste.




Viaje 3

Esa noche. Casi como la canción. No me hubieras dejado. Esa noche caminé por el borde de una arboleda colmada de frutos. Con la luz de la tarde se veían más naranja que la explosión del horizonte. Se veían más redondos que el mundo y que la cabeza que piensa al mundo. Y su sabor era más dulce que cualquier arrepentimiento. Los kilómetros fueron breve constancia del pueblo. El pueblo era una onírica certeza. Compramos la carne y vimos el fuego crepitar. Asamos todas los deseos. No lo que hubiéramos querido porque querer como bien sabemos habilita a pensar. Ponemos estas hojas también para oír la música quemada del viento? Es verdad que los niños mojan sus camas tras el embeleso de las llamas? Cuantas veces pasaste por las brasas? Yo tenía mucha sed y vos estabas arrobada. Y el apetito, como la ceniza, tenía su cara plateada.




Viaje 4

De-sierto. Caminamos hasta el borde de la verdad. Como era nuevo el asombro, los árboles, lo que nunca se junta con la mirada, despertaba silencio. Cada pajarito silbaba su canción para ser bailada en el recuerdo. Parecía estar escrito. En los cables de luz y las alambradas y en todo aquello pasajero. Preguntas pueden ser emboscadas, de manera que viajábamos inconclusos en busca de una completud que nos aguardaba bajo las piedras, bajo las sombras dulces de las piedras arrancadas del agua para siempre. Sólo una noche el viento arrastró sobre las chapas un ruido más ronco que nuestra respiración. Al menos yo, me daba más vueltas que las hojas y las bolsitas descuidadas y las vacías latas de cerveza. Igual mi vida, que había estado como esas latas, sonaba sedienta y desvelada. Arena, segura huella encontrarás.




Viaje 5

Cerré la ventanilla, más por quedar dentro. Eran lindos los árboles del invierno vistos ahora, con esta luz que daba tenerte a mi lado. La verde estela era entonces serpentina. Arreglito festivo saltando las púas de los alambres. Salvo por el calor y las ganas de estarse quieto todo era movimiento. El camino de tierra tenía piedra conocida y nos llevaba por un paisaje de cuentos. Un paisaje del que salían todas las letras de tu nombre a sonar entre el polvo y el gran río. Narrábamos el viaje con gestos reservados para la ocasión, ah tus párpados disipando la nube, despejando el cielo con su ínfima marea.



Viaje 6

Desterrados subimos por la empinada pendiente de la fe. Paganos. Dispuestos a un sacrificio lleno de alegrías y pequeños fracasos y dolores fatales. El sol estaba tan cerca del cenit que las sombras se adelgazaban, mal alimentadas, arrepentidas. Qué hacia de esos ramajes tal ensimismamiento. Encendimos cuatro velas porque cuatro éramos cuando ya la amenaza de la lluvia empezaba a ser realidad. Ah la realidad de fuego quemando la roja esperanza roja como una garganta roja de gritar. Ah la realidad de la frescura deseada en la piel del otro, en la mirada. Fue una tarde única. Que estúpido me dirás, todas lo son. Si, pero aquella jamás dejará de agitarse ni en el temblor de la llama ni en los reflejos del agua ni en el lenguaje que la reclama.




viaje 7

Los gatos aparecieron de la nada. Lloraban como lloran los felinos cuando son bebes y extrañan. La noche brillaba en sus ojos y también maullaba. Era un noche huérfana pero bella. Llena de estrellas con más de siete vidas y de igual pelaje y de igual apetito y de igual linaje. No es fácil describir un aire repleto de mensajes. El aire de una noche que jamás pasará pero que se irá con el viento. (Ya vimos luego el poder de la lluvia. Ya hablé de esto. De cómo las llamas se fortalecían en su incendio de agua y cómo el horizonte, aún más agazapado, nunca se enteraba que le llegaba la hora.) Todo era de una gran semejanza. Las ramas las garras en el techo el aire de acechanzas la proximidad de río familiar y extraño las luces vagas. Yo escuchaba tu respirar y te veía dormir para que nunca me faltara el aire y el sueño nunca me abandonara.





Viaje 8

toda la abeja del aire, /toda, sobre sus labios… J.L.O

Llegar, si es que se llega, fue repentino. El aire en eso es implacable. Todo lo deja pasar. No había abeja, es verdad, pero si vuelo agitado, anuncio de aguijones y miel (dulce veneno). Cuando uno entra a la ciudad que lo vio nacer, por suerte no tiene presente lo que ello significa: las calles son un álbum familiar. Ya había fotos de nosotros entonces. Junto a la primera curva ancha que deja a un costado el monumento o en los semáforos que avisan tu proximidad. (Peor. Aún peor es la presión cuando se sale de ella. Ahora he visto la carga del paisaje. Su estiramiento al borde del camino no para borrarse sino para extender lo que se cierra en el pecho. Juro que no saldré más de este encierro. Me quedaré tras las murallas, es decir de este lado de la gran puerta. Aunque deba sacudir todos los árboles y su comunidad para que caiga también con las hojas, lo nuestro. Cualquier otoño. Toda tu ausencia).




Viaje 9

Tengo agua acumulada en los túneles de la conciencia. Agua de lluvia caída a tu lado. Vista caer desde tus ojos –ah, se no me crees yo veía por tus ojos-. Ahora aquella lluvia es polvo, pero en su momento cantaba, con cierto nerviosismo, es verdad, una melopea conocida de otras vidas, canturía para dormir el buen sueño. Y cómo se duerme en esa ansiedad que nada, y cómo se vuelve por una huella borrada. Pregunto para pasar el tiempo y que este barco en el que ahora vamos por esta carretera se sumerja para encontrar otro mundo. Los niños de nuestra imaginación están a la vera cazando gotas en el aire, revelaciones del agua. Estos niños siempre tendrán una certeza, aunque nosotros regresemos adustos y cansados. Qué fue que ocurrió: ahí está la respuesta colgando de las ramas para caer sobre la gramilla sedienta.




Viaje 10

Se arrastraba el viento. Se arrastraba sobre los techos y las callejas interiores del sueño y las cortadas internas que daban al río. Era el viento y se arrastraba. No eran las hojas ni la corteza de los árboles ni las cenizas de la noche. El viento se arrastraba como un pájaro herido, (perdonen esta comparación), como el ala de un pájaro herido, miraba la altura y se arrastraba contra la redondez de la piedra y contra su punta y su filo. Estábamos en el viento. En manos del viento. Éramos el viento, planeando sobre la superficie erizada del agua, casi arrastrándonos también allí, pero con tal levedad que no sentíamos lo húmedo levantado, a modo de llovizna inversa, de rocío equivocado. Nos arrastramos contra el cielo. Contra el celo. Contra toda la piel y toda su aventura. Siendo viento fuimos pluma. Arrastrada pluma contra el lomo suave de lo adverso, de lo que nos dio despojo y hospitalidad.


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4 comentarios:

-> dijo...

"Colgados en ellos como brillos escindidos de la luz
La luz esa metáfora
La luz esa verdad oh amor"

qué hermoso

hugo luna dijo...

Gracias Romina... por tu lectura... y bienvenida!

Anónimo dijo...

Oh, entiendo porque Noelia me envía acá.

Respirar o no-respirarse la inventiva de un sólo golpe, sin más, esfumarse y del propio poema, de un lenguaje que se hace digno, termina por verificarlos la sangre y dar ranuras al grito de los ojos, al grito lloran los párpados....

Primeramente, la extensión, es increíble ver una escritura limpia y extensa, a veces en muchos casos pierde el foco, segundo el tiempo, tiempo, tiempo, se ha adueñado de él, como zozobra, como abstracción...

¿Apetito infantil?
Entonces se habrán de vaciar miles de vuelos de mariposas.

Una alquimia que busca tu nombre, es tan soledad esa frase, tan noche violeta y sangrante.

Que la obscuridad sea quien la vea, es algo sórdido, esas miserias naturales que son la gloria humana...

Fósiles-hojas...
Aire y mensajes...

Oxígeno para todo lo antes nombrado.

Lo único, son los signos de interrogación, sería preciso colocarlos desde el inicio de la pregunta.

Evohé

hugo luna dijo...

Evohé: bien, no sé que decirte... Noelia es tan generosa... primero agradezco tu tiempo y lectura, del mismo modo que tu sugerencia... (es un vicio arbitrario el mío con ello, bueno, y no sólo con ello....) te dejo un enorme saludo de bienvenida...